Vivir o callar
Ante ese impacto que me caló tan profundo, inconscientemente guardé mis emociones, porque al fin y al cabo la gente tiene tantos problemas, que ir a desahogarse con los demás me daba pena. Y fue así como viví mi calvario con el hermetismo que me caracteriza, que para nada es el silencio reparador que conecta con el ser, sino todo lo contrario, era la conexión recurrente con el revuelo de mis pensamientos, el repaso de lo sucedido y la racionalización de mis sentimientos.
Por esos días, entonces, sentí una rigidez en mi mandíbula y un ardor en el estómago, señales inequívocas que mi cuerpo me enviaba para «darme cuenta» de que esa reserva autocontrolada, me estaba haciendo daño.
Antes de que tuviera que terminar en una consulta médica, tomé una hermosa piedra que había encontrado en un paseo glorioso a un río cristalino; puse mis manos sobre ella y le expulsé mi dolor con cada detalle de lo sucedido. Le musité, me lamenté, le sollocé y grité de tal manera que entró en mi un profundo alivio que fue enmendando mi alma y sanando mis malestares.
Es muy grave callar ante un conflicto que te mueve emocionalmente, porque puede ser la semilla que engendre una gran enfermedad, mi sugerencia es que recurras a una persona que te escuche, si no la tienes, hazlo con tu mascota gato, perro, con una planta, un árbol, o simplemente a la pared o al espejo.
No guardes tus sentimientos, no te reprimas, porque tu serás el primer perjudicado.

Lapuente Sugiere, un blog divulgativo sobre Un Curso De Milagros y Nueva Conciencia, colaborador de Univergia.