Sólo 60 segundos
Normalmente en una pequeña agenda anoto las actividades que tengo que realizar durante el día; soy mamá, ama de casa, escribo y tengo una empresa con mi esposo. Considerar siquiera la quietud y la reflexión en medio del trajín es casi imposible, tal vez por la noche, cuando todos duermen, pero aún así, a veces estoy tan cansada que “reposar” es la opción más acertada.
Sin embargo, cuando rechazo mis propias necesidades por los afanes diarios, es cuando el dolor se hace presente en forma de molestia física: una migraña, un problema estomacal, un punzada en la cintura, hasta un golpe y si no es constante o insoportable suelo aguantar, pero no parar.
El grito de mi cuerpo, representado en un síntoma, no se va a quedar con los brazos cruzados. no va a dar tregua y llegan momentos en los que el umbral del dolor me supera, me doblega, me obliga a la temida quietud, porque es la única manera que tengo para estar conmigo misma y atenderme.
No suelo tomar calmantes, ni medicamentos, por eso cuando estoy en estas situaciones, a veces lloro, maldigo, me lleno de rabia y culpa; deseo estar bien ya mismo y es cuando entiendo que mi amor propio está por los suelos. Si no tengo ni siquiera un minuto al día para mi, para no hacer nada de nada, sólo quedarme allí donde esté, mirándome, es que no valgo lo suficiente a pesar de que quien siempre me acompaña soy yo misma.
Para amarse, queridos amigos y amigas, sólo basta ese minuto en el que darnos cuenta de nuestra existencia, no necesitamos ser, hacer, tener o pensar en algo, solo desconectarnos del mundo físico y estar en silencio durante 60 segundos.
La mente, el cuerpo y el alma, sabrán recompensarnos por recibir, al fin, la atención anhelada.

Lapuente Sugiere, un blog divulgativo sobre Un Curso De Milagros y Nueva Conciencia, colaborador de Univergia.