Hace unas semanas en el colegio de pedagogía Waldorf, donde estudian mis hijos, la maestra me comentó que algunos de los niños del jardín, estaban inmanejables. Los ritmos de cada día, eran para ellos muy difíciles de seguir y estaban creando un ambiente de caos que influía copiosamente entre los más tranquilos.
Me ofrecí para acompañar a los tres barones, una hora cada dos días. Steiner quien postuló el método Waldorf, propuso a través de sus investigaciones y escritos, mucho movimiento para los niños inquietos y bruscos, como caminatas y juegos no competitivos al aire libre, cerrándolos con momentos de recogimiento y tranquilidad.
Inicié mi labor y nada de lo que había planeado me ayudó. Los niños entre cuatro y seis años, no escuchaban instrucciones, no caminaban tranquilos, estaban desbordados de energía, se gritaban, golpeaban y lloraban sin cesar. A penas si me miraban, así que no tuve más remedio que dejar que hicieran lo que quisieran con el simple ánimo de observar con el corazón, lo que sus almas querían comunicarme. Esa tarde llegué a casa y las lágrimas corrían por mis ojos. ¿En qué me había metido?.
Busqué en internet, en libros de Waldorf en la biblioteca. Me empapé de las terapias, de la forma de
abordarlos en diferentes frentes, pero no dude un solo instante en que Steiner tuviera razón.
Al siguiente encuentro fui con un juego de animales, era en realidad yoga, pero realizamos unas posturas imitándolos y desplazándonos sin cesar por todo el patio. Luego jugamos en la arenera libremente y mientras allí permanecían tratando de llevarse bien, les empecé a contar un cuento, cosa que hago con mis hijos y a ellos les encanta. De pronto y por primera vez, obtuve toda su atención. Sus ojos se posaron en mi y mi historia improvisada fue cobrando sentido en sus creativas mentes. Permanecieron atentos, se rieron, se pusieron tristes, expectantes, sorprendidos. Del cuento, cuyo protagonista, un campesino, quería rescatar a un hombre que había caído en un hoyo profundo, ellos mismos sacaron sus propias conclusiones y para mi alegría, me llevaron sobre la mejor opción que había para salvarle la vida.

En las siguientes sesiones, hemos mezclado juegos con canicas, trabajo en la huerta, y hasta lijado de madera, con los cuentos en donde ellos mismos se vean reflejados. Eso si, sin moralejas, sin consejos, sin advertencias. No las necesitan,
sus almas y mentes las captan de inmediato. Y sigo encontrándome con ellos y convirtiendo cada encuentro en un desafío para mi y en una anhelada jornada para ellos.Una vez la sesión termina, se reincorporan a las actividades propias del jardín o preescolar, y aunque siguen las dificultades, lentamente descubrimos sus necesidades y nos apoyamos en sus padres para que sea un trabajo integral. Voy con ellos hasta finales de noviembre, tiempo en que se acaba el año escolar en los colegios de calendario A en Colombia.
Les iré contando sobre estos espacios con los niños y lo que ellos están aportado a mi vida.
Lapuente Sugiere, un blog divulgativo sobre Un Curso De Milagros y Nueva Conciencia, colaborador de Univergia.