No veo, por miedo a ver…
En estos días he estado reflexionando sobre cómo se boicotea el avance espiritual una y otra vez con la falta de acción, somos capaces de entender lo que nos pasa, de dónde pueden venir los bloqueos pero incluso así, no hacemos nada para revertirlo.
Cuando nos encontramos en esos espacios de oscuridad absoluta, estamos dejando que el ego tome el control y todo lo que viene a nuestra mente son pensamientos basados en el temor, el ego no quiere que indaguemos en nuestro interior y sus escudos son poderosos, nos encanta sentirnos mal, nos ponemos en la posición de víctima, repetimos una y otra vez que no podemos, que no tenemos la fuerzas y los “es que” son el comienzo de todas las frases.
Como dice un curso de milagros (T21.I.1-4-5)
Cuando estamos en esa posición de absoluta negación, estamos dejando que nuestros pensamientos nos dominen, estamos viviendo la separación más absoluta. Nos olvidamos de quien somos y nos aferramos a las imágenes exteriores, nos perdemos en las historias que hemos creado sin poder percibir que todo eso es nuestra responsabilidad y nuestra creación, intentamos una y otra vez cambiar los resultados, cambiar las personas, proyectamos una y otra vez en nuestro hermano, sin ser conscientes de que nuestro hermano somos nosotros.
Nos preguntaremos, ¿qué podemos hacer? La respuesta la da el curso:
Y volveremos a preguntar, ¿y cómo lo hacemos? La clave está en los sentimientos, nos hemos olvidado de “sentir” o mejor dicho, evitamos indagar en las emociones porque lo que sentimos, seguramente, no es placentero y actúan nuevamente los mecanismos de defensa queriendo ocultarlo.
“La sociedad nos enseña lo que “debemos” y “no debemos” sentir, luego aparece el Curso y, como buscadores espirituales, nos imponemos “debes” y “no debes” adicionales. No es de extrañarse que no sepamos en realidad como nos sentimos! (Kenet Wapnik .)
Una vez que empecemos a fijarnos en cómo nos sentimos, podremos identificar el pensamiento que lo causó, casi siempre el dolor, la ira, la envidia, están relacionadas con algún pensamiento de pérdida. Así empieza el cambio, en el momento en el que identificamos que ese dolor es producto de nuestro pensamiento, tenemos el poder en nuestra mano para cambiarlo o no, pero ya no podemos responsabilizar a otros de nuestro dolor, porque todo está dentro de nosotros.
Tampoco nos embarquemos en una “caza desmesurada” queriendo intelectualizar todo lo que nos pasa, sólo empecemos a sentir, identificando esa energía que se mueve en nuestro interior, aceptémosla, sintámosla y liberémosla. Sea cual sea el tiempo que necesitemos, pero no nos apeguemos a ella. Pidamos al espíritu que nos guíe hacia la mente recta.
En realidad es muy sencillo, es tan simple como creer que no estamos sólos, que Dios siempre quiere lo mejor para nosotros, ¿acaso tu no quieres lo mejor para tus hijos? ¿Tú desearías que tus hijos sufran o que aprendan a través del dolor en vez del amor?
En mi humilde opinión es tan sencillo como reconocer al verdadero padre, saber que Dios siempre está con nosotros y que nunca nos abandona; si logramos mantener esa fuerza dentro de nosotros, no existirá impedimento para que tomemos decisiones y cambiemos nuestra vida, porque tendremos el apoyo incondicional del padre verdadero.
Olvidémonos de las formas que adoptamos en este mundo, tú no eres hermano, hijo, madre, esposa/o o abuelo, eso son sólo roles que desempeñamos, somos todo eso y más, somos la luz contenida y limitada en un cuerpo humano, nos olvidamos que la luz liberada es infinita, así de grande e inmenso es nuestro poder y nuestra fuerza transformadora, somos hijo del padre, con los mismos dones que él.
Pero seguimos con la venda en los ojos y no lo vemos, al igual que los ciegos que sólo pueden saber a través de lo que experimentan, nosotros tampoco creemos o aceptamos lo que no vemos y nos encadenamos o aferramos a nuestra insignificante vida cotidiana, aceptando que eso es lo único que existe, vivimos en nuestro pequeño mundo sin “ver” y el miedo nos consume, nos paraliza, ni siquiera nos atrevemos a sacar la nariz por la ventana, mejor vivir esta vida convencidos de que es lo que nos toca vivir, en vez de experimentar algo diferente.
Hemos perdido la fe, la fe en nosotros mismo y en nuestro creador. Pidámosle al espíritu, a nuestro ser superior, a nuestro yo interior que nos de las respuestas y que nos ayude a sanar nuestros pensamientos, abramos nuestra ventana, tiremos las muletas y quitémonos la venda de los ojos, no hay nada que temer porque todo es perfecto.
Fuente: http://www.uncursodemilagros.es/index.php/preguntas-y-respuestas-facim

Crecer, vivir de forma sana y saludable, conectar con el Yo interior… es un camino que debemos hacer nosotros mismos, pero no estamos solos.