No me gusta la Navidad… ¿Seguro?
Como introducción vamos a decir una obviedad. Uno de los grandes escollos a la hora de conseguir algo es el espíritu contradictorio que albergamos la inmensa mayoría de las personas.
Estos días no paro de escuchar a personas diciendo que no les gusta la navidad apelando a infinidad de motivos, de hecho, tengo que reconocer que yo también he dicho en ocasiones que no me gusta la navidad, pero… ¿es eso verdad?. En la más de la mitad de los casos, no.
Para entender por qué eso es así hay que ser consciente, como en prácticamente todo en la vida, hay que hacerse consciente de lo que uno es, lo que uno piensa, lo que uno hace o lo que uno proyecta, a poco que indaguemos en ese rechazo, nos damos cuenta que lo que odiamos de la Navidad es lo poco que se acerca a la imagen que nosotros tenemos de ella y cuanto más se aleja, más la repudiamos.
Estos días podremos leer nuevamente muchas historias de lo que es la navidad, lo que significa, su origen, sus cambios…, y es algo muy interesante, pero para nosotros, para cada uno de nosotros como individuos, la navidad es un tiempo de celebración en familia y también como cada año, seremos bombardeados por infinidad de imágenes de la idílica familia de los anuncios, las películas o los carteles de los grandes almacenes.
El hombre se pasa media vida comparándose y anhelando tener aquello que no tiene o ser aquello que no es, sin ser consciente de que si lo tuviera o lo fuera, inmediatamente buscaría otra cosa que anhelar y seguiría en el mismo estado de inconformismo y enfado.
En mi vida hay algunas frases o citas que siempre vienen a mi mente según las situaciones, una de las más recurrentes es una de Buda muy simple, pero que para mí encierra la clave de la felicidad:
En vez de vivir la Navidad sonriendo y celebrando lo que somos y lo que tenemos nos da por pensar en todo lo contrario, nos detenemos en los escaparates viendo aquello que no podemos comprar, nos lamentamos de aquellos que ya no están con nosotros o están lejos y paradójicamente a los que están cerca, les reprochamos que no sean o se comporten como nosotros creemos que “deben”. Y lo peor de todo esto es que esa actitud nos provoca un sufrimiento innecesario.
En Navidad sucede, como dicen que sucede en ese programa televisivo de tanto éxito, Gran Hermano (permitidme la pequeña comparación, salvando las distancias), todo, absolutamente todo, se magnifica. Las celebraciones, los regalos, las expresiones, las emociones…Y como no, se magnifican las carencias y los problemas, pero esto pasa porque focalizamos en ello todos nuestros sentidos. Cuando las cosas no son como esperamos en esta época nos sentimos más solos que nunca, más decepcionados, más fracasados…, más todo.
Esa vorágine de emociones y sensaciones no son más que el resultado de vernos por una lupa descomunal, porque eso es la Navidad, una lupa descomunal de nosotros mismos donde además, muchos aprovechan para “hacer un balance” del año anterior y una lista de propósitos para el año siguiente. Así que, no sólo nos “machacarnos”, también preparamos armas para la Navidad del año siguiente.
Empecemos a cambiar, empecemos a apreciar lo que somos y lo que tenemos en vez de centrarnos en lo que quisiéramos tener y ser, entendamos que los demás son como son, de corazón, sin exigir ni esperar nada más, empecemos a agradecer lo que tenemos, no porque otros tengan menos, que me parece algo egoísta, sino porque eso es precisamente lo mejor que podemos tener en este momento y con ello se puede y se debe ser feliz. El ahora es lo único que sucede en este momento y lo único que puedes vivir.
Y finalmente, apuntes lo que apuntes en tu lista de propósitos para el año próximo, al principio no te olvides de poner lo más importante de todo, “Ser feliz”, de hecho yo no pondría nada más, porque eso ya lo incluye todo.
Haz de la Navidad tu mejor oportunidad para crecer y ser mejor y más feliz, por ti, porque te lo mereces, y no odies la Navidad que otros quieren que vivas, no sirve de nada, simplemente vive tu propia Navidad.

Crecer, vivir de forma sana y saludable, conectar con el Yo interior… es un camino que debemos hacer nosotros mismos, pero no estamos solos.