Las aguas turbulentas de la vida
La vida es un constante vaivén, intentamos tener una cierta estabilidad, pero lo cierto es que estamos sometidos diariamente a picos de alto voltaje que hacen que la calma se altere fácilmente, nos encantaría tener paciencia infinita, la templanza de mantener el control en las situaciones más sutiles y más complejas y sobre todo, no perder la fe de que todo pasará sin más.
A veces somos capaces de anticiparnos y vemos que el río cristalino de nuestras vidas comienza a revolverse y otras veces simplemente somos atrapados en el torbellino, nos coge de sorpresa y vemos todo negro, cuando llegan esos imprevistos, todo se muestra confuso y perdemos la perspectiva y la esperanza.
Son los momentos en los cuales nos dejamos atrapar por las turbulencias y somos arrastrados en el remolino de la negatividad, la frustración o el desasosiego, permitiendo que nos engulla.
Pero abandonarnos en la corriente no es la opción, porque en el fondo sabemos que todo eso es pasajero, las tempestades no duran para siempre, es la vida misma transcurriendo, poniendo a prueba nuestras fuerzas y nuestra templanza, porque por más revuelto que esté el río, sabemos que en algún momento se calmará y el agua cristalina volverá a verse.
Cuando nos encontramos en esos episodios caóticos somos propensos a mirar la vida de los demás y comenzar con las comparaciones y a compadecernos, nos fijamos en la suerte de los demás, en la fortuna, en el amor, en la belleza, en todo lo que brilla por fuera y empezamos a envidiar lo que los otros tienen y a sentirnos cada vez más desdichados por la mala suerte que tenemos nosotros, por la cantidad de problemas con los que convivimos, etc…
Esa espiral de negatividad, sólo nos llevará a que sigamos anclado en el fondo del río ahogándonos en nuestras propias penas y convirtiendo el futuro en un turbio porvenir.
Ya sabemos lo que dice el refrán “no todo lo que brilla es oro”, el brillo que ves no siempre refleja el estado verdadero del corazón, un mendigo en la calle puede ser más feliz que un príncipe en su palacio.
Lo que da la felicidad es lograr vivir cualquier cosa desde una mente sosegada y limpia, todos pasamos por momentos de riqueza y de pobreza, luces y sombras, pero lo importante es transformarnos en el observador de esa tormenta, de aceptar el temporal y sentir el fluir de las pequeñas cosas bien hechas.
Recordemos que las quejas sólo contribuyen a debilitarnos, es un campo estéril del cual no obtendremos nada, si queremos cosechar incluso después de un temporal, hay que observar esa agitación como una oportunidad de cambio, nos están poniendo a prueba por algo, es el momento de aprender, de decidir, de hacer reformas.
El Universo está en constante expansión, así también estamos nosotros, nos contraemos en la profundidad de nuestro interior para luego expandirnos de forma liberadora.
Los problemas enfrentados nos templan y nos hacen madurar, operan de una forma alquímica transmutando nuestro ser, sabemos que hemos dado un paso más en la evolución. Después de esos episodios en que pareciera que el fuego ha abrazado nuestra alma, cambiamos la mirada y podemos percibir nuevamente las aguas claras, toda nuestra humanidad vuelve a florecer y la vida se vuelve nuevamente generosa y cálida.

Hace unos años comencé un viaje para redescubrirme. En medio de ese camino surgió la idea de hacer este blog, para contar mis historias y las historias de otros buceadores espirituales. Un sitio dónde espero encuentres herramientas que te ayuden en tu propio camino, porque la luz está en todos, sólo hay que verla.